RE-ESCRIBIR
La escritura, como las relaciones
interpersonales, tienen sus condiciones para salir adelante o para llegar a
feliz término, o si es el caso, continuar “hasta que la muerte los separe”. ¿Recuerdas
la primera vez que escribiste sin la obligación de hacerlo, sino por la
necesidad de mover los dedos para que aparecieran en otro lado palabras que nos
presentan una idea o simplemente ideas al azar? Yo no tengo seguro el momento
en que lo hice, pero sé que fue por aquellos años que cursaba la enseñanza secundaria,
cuando los cambios físicos y la búsqueda de la propia identidad nos llegan sin
saber. Recuerdo muy bien que llevábamos la materia de Lectura y Redacción y no
crean que ahí fue donde experimenté el gusto por la escritura. ¡No! No fue ahí,
de hecho cuando me dejaron leer el libro “Mujercitas” fue la razón de que me atrasara
en el hábito de leer. ¿A quién se le ocurre obligar a leer un libro para
mujeres en la edad en que el pequeño hombre comienza a reafirmarse como tal y
todo aquello femenino que no lo enaltece como hombre lo denigra o le disgusta?
Pues mi profesor (no recuerdo si era hombre o mujer pero sé que era un mal
profesor) se le ocurrió. De ahí en adelante no recuerdo haber leído más hasta
encontrarme en la educación media superior y no sé si fue aquí o antes cuando
quise escribir narrativa y poesía.
¿Cómo se encuentra uno con las letras
o más bien cómo las letras lo encuentran a uno? No lo sé, tal vez la necesidad
de contarle a alguien lo que nos acontece, lo que nos agrada o lo que nos hace
florecer un sinfín de sentimientos. No siempre se encuentran amigos o no
siempre les confiamos nuestros más íntimos secretos porque nos da pena o porque
somos introvertidos, pero las teclas no le platican a nadie que no queramos que
se entere, ellas son cómplices, medio y descargo de lo que brota de nosotros.
Creo que así macío en mi el gusto por la escritura.
Siempre hay algún pretexto para
escribir, la diferencia es que si no ejercitamos la escritura, la escritura no
hará nada por nosotros. Sea este un buen pretexto para retornarla y recordar lo
placentero de escuchar el clic clic de las teclas. No me extiendo más porque es
sólo un ejercicio, un precalentamiento para lo que vendrá.
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