jueves, octubre 20, 2016

¿Es auténtica la experiencia mística o es una enfermedad mental?

Existen muchas teorías acerca de la naturaleza de los estados mentales: por un lado están los materialistas y por el otro los dualistas. Los primeros nos dicen que todo aquello que pensamos, deseamos, imaginamos etc., son funciones del cerebro, que son estados físicos, bioquímicos, eléctricos y demás. Los segundos, comentan que coexisten dos funciones en el ser humano: lo físico y lo mental. A ésta última recurren más las religiones que los filósofos o científicos. ¿Quién podría asegurar que esto que escribo nace de las conexiones entre neuronas, de búsqueda de información dentro de mi memoria, del deseo que los neurotransmisores provocan en mi cerebro e, inevitablemente, es traducido por mis músculos para que los dedos de mis manos tecleen esto en mi computadora personal?  O, ¿se podría asegurar que dentro de cada uno de nosotros existe un “yo” que es el que lleva el control de lo que deseamos y hacemos, que es totalmente independiente de los procesos físicos: que es inmaterial: el alma, el espíritu, la consciencia? En el presente trabajo no se pretende abordar dicho tema, pero es pertinente hacer énfasis en las dos corrientes de pensamiento respecto a los procesos mentales, ya que es justo en estos  procesos donde se lleva a cabo el fenómeno de la mística.
Consideraremos dos textos  como contraste para poder dar una idea, si es que se puede, de la veracidad o la enfermedad de la mística. Veremos, por una parte, lo que nos dice Isabel Cabrera en su texto Para comprender la mística, y por la otra,  Fenomenología de la mística y la ascética de  F.J. Álvarez, C. Medina, A. Alonso y C. Silva.
No pretenderemos defender  la veracidad ni la falsedad de la manifestación de este estado, sino que pondremos nuestra opinión en la balanza para ver cuál de las dos posiciones tienen mayor peso y por tanto hacia donde se inclina. Aunque esto no demuestre la inexistencia de aquello que quede con menos peso, debemos considerarlo para su análisis desde un punto de vista donde los factores culturales y emocionales no se involucren en nuestra decisión.  Sin embargo, estamos conscientes de nuestra falibilidad y de que en el hombre, o por lo menos en mí, existen cosas que van más allá de los procesos meramente neurológicos que dan al hombre un don especial y que no todos perciben o lo ejercen, como son las bellas artes. La producción y el disfrute de la pintura, la escultura, la literatura, la música, y todo aquello que no es utilitario, no por ello deja de ser parte de lo que le da distinción al género humano.
Isabel Cabrera nos propone un modelo a partir de ejemplos para definir la mística cuyos textos provienen de: textos hinduistas, textos budistas, textos hebreos y textos cristianos. Como es de notar, son textos que parten de las tres principales religiones; pero no por esto su definición la considera de la unión del ser con la deidad, pues en el budismo no existe una deidad o deidades como en las demás religiones; es por esto que define al misticismo cono “la unión con (o la disolución en) lo sagrado” y considera lo sagrado como “el presunto objeto al que remite la experiencia religiosa y queda vagamente descrito con la expresión  “misterio liberador o salvífico”” Quiero pensar que al hacer referencia al “misterio liberador”, no necesariamente se refiere a la religión o a la idea de un dios; quisiera pensar que puede referirse a todo aquello que nos libera o nos funde en algo o alguien; podría ser el  conocimiento, el amor, el sexo o cualquier otra cosa. Por ello nos dice Cabrera que la mística es más que nada un camino, una búsqueda.
En el texto Fenomenología de la mística y la ascética define etimológicamente la mística como “una vida secreta y distinta de la vida religiosa ordinaria”, sin embargo hace referencia a que al “Misticismo en filosofía, y de una manera general, es una actitud del espíritu por la que en la resolución de los problemas predomina la intuición sobre el raciocinio”, así también nos dice que “en el Vocabulario de Lalande se define al misticismo como una creencia en la posibilidad de una unión íntima y directa del espíritu humano al principio fundamental del ser, unión que constituye a la vez un modo de existencia y una manera de conocimiento extraños y superiores a la existencia y al conocimiento normales”
Ambos textos demandan rasgos definitorios o características a cubrir para que una experiencia sea considerada como mística. En el texto de Álvarez y demás nos dice que para William James existen cuatro características:
a)      Inefabilidad. Es indecible, indescriptible con palabras lo que representa la experiencia mística.
b)      La cualidad del conocimiento. La adquisición del conocimiento intelectual es por medios intuitivos y totalmente alejados del razonamiento y es superior a cualquiera de los poseídos antes.
c)      La transitoriedad  se refiere al momento de duración de la experiencia mística, ésta no puede durar por mucho tiempo, sin embargo puede repetirse para constituir un hábito en el místico
d)     La pasividad. Llega cuando el místico siente que su voluntad ha quedado en manos de un poder superior y ya no es dueño de sí mismo.
Para Cabrera son:
e)      Los inicios son lo que marca la diferencia entre el comienzo de la experiencia mística y la vida común, generalmente suele ocurrir un acontecimiento que parte la vida del místico en dos.
f)       ) La fase negativa se presenta en el individuo cuando se quiere alcanzar un conocimiento difícil u oscuro con el total desapego.
g)      La fase positiva es la fase donde la experiencia unitiva o disolutiva se ha manifestado y no se puede expresar, es inefable y generalmente se recomienda la vivencia propia para poder comprenderla.
h)      El después. Se presenta en dos vías: por una parte se pretende continuar con la experiencia y dedicarse a la vida contemplativa y por otra parte volver al mundo para ejercer la experiencia en enseñanzas hacia los demás.
Por otra parte, en el texto de Álvarez y los otros apunta a que “el yo activo acaba por borrarse y desaparecer, para dar paso a una nueva forma de vivencia que no depende ya de uno mismo, sino del misterio que se acaba de descubrir.” A esta ruptura la relacionan con la psicosis endógena, en concreto con una depresión endógena. Por su parte Leuba interpreta el trance místico y su goce como camuflaje de un amor físico y sexual; da como ejemplo La Vida de Teresa, donde se hace referencia a lo anterior, del mismo modo si se lee los poemas de San Juan de la Cruz sucede lo mismo. Por esto, los autores nos dicen que “la creación mística como cualquier otro tipo de realización humana, no sólo puede originarse dentro de un estado psíquico que los psicopatólogos califican de estado patológico o, incluso, de enfermedad mental”  Del mismo modo consideran también los estados pre-epilépticos y epilépticos como los causantes del éxtasis místico.
Ahora nuestra tarea es resolver la pregunta del inicio: ¿Es auténtica la experiencia mística o es una enfermedad? Para su respuesta podemos considerar lo que nos dicen quienes están a favor de que es una enfermedad: la comparación del trance místico como un camuflaje de la relación física y sexual. Por una parte la experiencia mística se trata de la unión entre el ser y su divinidad o, en el caso budista, de alcanzar el nirvana. ¿Podemos aplicar las características de la experiencia mística a una relación sexual de dos personas que se aman? Hagamos el intento.
¿Cómo inicia generalmente una relación amorosa? En un principio, alguno de los dos participantes o ambos, se sienten atraídos; existe algo que se encuentra en la otra persona que nos ocupa el tiempo y los pensamientos, no podemos evitar el dejar de pensar en ella. Aquí podríamos aplicar el inciso e) de Cabrera donde existe un antes y un después, el haber conocido a la persona amada nos sugiere esta condición. Si la atracción continúa, se hace lo posible por entablar una conversación o una amistad, esto lo podríamos identificar con la fase negativa o el inciso f), donde muy a menudo se presentan situaciones de dificultad que hay que vencer para alcanzar el propósito de estar con la persona amada. Una vez resueltos todos los problemas de la fase negativa, y ya entablada una relación de noviazgo en pareja donde abundan las caricias y besos, se pasa a la fase de mayor intimidad: la relación sexual. Podemos decir que en este momento se entra en la fase del inciso g) que es la fase positiva donde se une el ser con su deidad (en este caso con el ser amado). Es importante hacer notar que para nuestro ejemplo, esta relación sexual esté fundamentada en el amor que se tenga la pareja, pues de otra manera, la relación sexual pura sin la identificación del amor, no llevaría la carga total de la unión del ser con la deidad, o en este caso con el ser amado. Vamos identificando por pasos lo que conlleva una relación sexual fundamentada en el amor.
En la antigüedad, cuando el hombre era primitivo y carecía del intelecto que lo caracteriza como homo sapiens, la relación sexual era con el fin de dar continuidad a la especie; sin embargo también descubrieron el placer y el poder que producía dicha relación sexual. En templos antiguos de la India, especialmente en Khajuraho, se puede observar cómo la sexualidad cobra cierta relevancia, el hombre se convierte en dios con el poder de la creación, el hombre crea al hombre; pero no en forma unilateral, necesita a la mujer para encarnar la creación. De esta forma la unión del hombre y mujer con la deidad se vuelve una y, ya no es la deidad una identidad separada, es la deidad encarnada en una pareja que encarna a más hombres. La deidad se alcanza y se convierte en dos seres humanos y éstos,   en dios. Pero no siempre la relación sexual va encaminada a la procreación, a veces es sólo el disfrute de esta relación la que puede representar una experiencia mística. Veamos más sobre nuestra postura a cerca de esta relación.
Nos enfocaremos a la fase del orgasmo para compararla con la experiencia mística. De nuevo hacemos el hincapié en que debe ser entre una pareja que se ama, pues el sexo ocasional no produce los mismos síntomas. Si alguno de los que lee pudiera describir el orgasmo sería sólo como un acercamiento a lo que en realidad experimenta cada persona, pues es una experiencia individual e inefable como en el inciso a), es necesario experimentarlo para conocerlo; esto muy a pesar de los estudios fisiológicos que se han hecho y donde se detallan de manera física las respuestas del orgasmo. Aunque en esta experimentación no se presume la adquisición de conocimientos nunca antes adquiridos como en el inciso b), si se experimenta un vaciamiento del yo. En los segundos que dura el orgasmo el ser deja de ser, no se es más y pareciera que uno se sale de su cuerpo y se une a un todo donde la individualidad se pierde por un momento; donde el razonamiento no existe ni siquiera para darse cuenta de la propia existencia, pareciera que la existencia es eterna en ese momento y ese momento es el único existente. Se vacía uno y uno es el vacío;  la risa y el llanto se mezclan, el universo es en uno y uno mismo es el universo; es justo cuando experimentamos que la voluntad ha quedado en manos de alguien más y ya no es nuestra como en el inicio d). Estas son las cosa que solamente hablando metafóricamente pueden describir al orgasmo pues, como la experiencia mística, es inefable. Lo que respecta a la transitoriedad del inciso c) y la continuidad de la experiencia del inciso h), el orgasmo es correspondiente, no se puede prolongar por mucho tiempo y se recurre a él para repetir la experiencia: la experiencia del abandono, del vaciamiento, de la unión, de la inexistencia, de la existencia vaciada al infinito. Así, dentro de una relación amorosa gratificante se experimenta, en la relación sexual, una experiencia mística según los conceptos vertidos en ambos textos a los que hemos hecho referencia.
Una vez hecha la relación entre mística y la relación sexual de una pareja que se ama, podemos sopesar la veracidad o falsedad de la mística. Es necesario recordar que esa relación de pareja tiene que ser amorosa y no meramente casual o sin amor. Lo mismo sucede en parejas heterosexuales que homosexuales, no hay diferencia, pues en las dos se da una relación amorosa y se experimenta un orgasmo.
No es necesario ratificar la existencia del orgasmo ni las características fisiológicas; las características de una experiencia mística religiosa podrían ser difícilmente demostradas como ciertas.
Conclusión:
Si la experiencia amorosa del orgasmo es la unión del sujeto con “lo sagrado” y entendemos “lo sagrado” como “misterio liberador” (en el budismo el nirvana), y además cumple con las características de lo que representa una experiencia mística (del inciso a hasta el h), entonces podemos decir que la experiencia amorosa del orgasmo es una experiencia mística, y ésta, es auténtica.


José Angel Higuera Solano